martes, 21 de junio de 2016

Los dogmas de la ciencia moderna

Hace un año que entrevisté al bioquímico británico Rupert Sheldrake con motivo de la publicación en la editorial Kairós de su nuevo libro El espejismo de la ciencia, en el que plantea que el paradigma científico actual se basa en lo que irónicamente denomina “el credo científico”, un conjunto de ideas dogmáticas sin fundamento que a su juicio están frenando el avance de la sociedad.



Sheldrake comentaba que “la mayoría de los científicos están constreñidos por la ortodoxia académica en la que viven, que es esencialmente materialista y mecanicista” y que “actualmente todos los científicos dependen de fondos académicos o privados que limitan enormemente su libertad”. Y añadía que “el viejo consenso materialista se está rompiendo por muchas razones y hay un número cada vez mayor de científicos que están trabajando para ir más allá”.

En su libro, Sheldrake analiza lo que denomina el credo científico, diez creencias que la mayoría de los científicos dan por supuestas y que configuran la filosofía o ideología del materialismo cuyo supuesto central es que todo es esencialmente material o físico, incluso las mentes. Estos dogmas son:

1. Todo es esencialmente mecánico.
2. Toda la materia es inconsciente.
3. La cantidad total de materia y energía es siempre la misma.
4. Las leyes de la naturaleza son fijas.
5. La naturaleza carece de propósito y la evolución no tiene objetivo ni dirección.
6. Toda la herencia biológica es material y se trasmite mediante estructuras materiales.
7. Las mentes están dentro de los cráneos y no son más que actividades de los cerebros.
8. Los recuerdos se almacenan como huellas materiales en el cerebro y se borran con la muerte.
9. Los fenómenos no explicados, como la telepatía, son ilusorios.
10. La medicina mecanicista es la única que funciona.

Arrancando con un prólogo lleno de lucidez titulado Ciencia, Religión y Poder, y apoyado en más de cincuenta páginas de notas y referencias, Sheldrake dedica las más de cuatrocientas páginas de su libro a cuestionar críticamente los dogmas apuntados y desmontar las ilusiones de objetividad de una ciencia atrapada en el callejón sin salida del mecanicismo. 


“La agenda materialista una vez fue liberadora y ahora es deprimente. Quienes creen en ella están alienados de su propia experiencia; están desconectados de todas las tradiciones religiosas; y están dispuestos a sufrir la sensación de desconexión y aislamiento. Entretanto, el poder desencadenado por el conocimiento científico está provocando la extinción masiva de otras especies y poniendo en peligro la nuestra.La comprensión de que las ciencias no conocen las respuestas fundamentales conduce a la humildad y no a la arrogancia, a la apertura en lugar de al dogmatismo.Queda mucho por descubrir y redescubrir, empezando por la sabiduría”.


Reseña y entrevista:
Discovery DSalud, 184. Julio-Agosto, 2015.

Página web de Sheldrake:
http://www.sheldrake.org/


sábado, 11 de junio de 2016

Fundamentalistas científicos contra la salud

El pasado 29 de febrero, apareció en la sección de Opinión del diario de contrainformación Rebelión un artículo de Rosa Guevara Landa titulado "El lado oscuro, crematístico y criminal de las pseudociencias", en el que hace suyos los planteamientos de un colaborador pseudoescéptico del diario El País que en un reportaje-entrevista titulado "A mi hijo lo ha matado la incultura científica".

Tras mi réplica "El lado oscuro, crematístico y criminal de los gestores de la ciencia", en la misma sección de Rebelión, la autora, Rosa Guevara Landa publicó su propia respuesta, "Las ciencias, las prácticas científicas y el poder político y corporativo". Va mi segunda réplica.


Fundamentalistas científicos contra la salud
Segunda réplica a Rosa Guevara Landa

Jesús García Blanca
keffet@gmail.com

“Lo que mueve a la Ciencia no es la voluntad de saber sino la voluntad de dominar”
Humberto Galimberti

“Es precisamente esa pretensión de la ciencia de constituirse en metadiscurso verdadero por encima de las ideologías, saberes y opiniones particulares, lo que la constituye como ideología dominante […] su capacidad de persuadirnos de que no estamos siendo persuadidos, es precisamente esa mentira verdadera de la ciencia la que hace de ella la forma más potente de ideología en nuestros días: la ideología científica”.
Emmanuel Lizcano


Apreciada Rosa:

Creo sinceramente que has cometido un error. Me lo dice tu trayectoria en Rebelión. Quiero creer que has cometido un error quizá por desconocimiento, quizá por precipitación, quizá porque este no es un terreno en el que te hayas movido lo suficiente según veo en el histórico de los artículos que firmas.

Si se adopta el discurso de un determinado grupo o corriente, se está dando de una forma u otra cobertura a sus planteamientos, incluso si no se defienden de modo explícito. Y eso es lo que ocurría en tu artículo.

Hablo de los autodenominados “escépticos” que yo prefiero denominar –siguiendo a Lizcano- fundamentalistas científicos y cuyas características y pautas de actuación resumo:

Proclaman constantemente su supuesto escepticismo mientras su actitud, comportamiento e ideas lo traicionan dejando al descubierto su auténtica naturaleza de cerrado dogmatismo. 
Conceden a la ciencia el mismo estatus que una religión poseedora de la verdad absoluta fuera de la cual no existe salvación. Para ellos la Ciencia es la única vara de medir, el único camino al conocimiento.

Se consideran inmersos en una guerra santa. Su vocabulario, discurso y concepto de la realidad es de corte religioso-paranoide. Por supuesto, ellos están en el bando correcto y en posesión de la verdad frente a un enemigo que es irracional y a quien hay que combatir o convertir al precio que sea. 
Su discurso está impregnado de intolerancia, fanatismo, etnocentrismo científico y fascismo subyacente. 
No buscan la verdad sino defender lo establecido. No dudan, niegan.
Su estrategia básica es la descalificación, el ataque personal, la ridiculización y la difamación.

Su “argumentación” –cuando la hay- es una suma de falacias y prejuicios: apelación a la autoridad, a la mayoría, al consenso, al academicismo y hasta a la generalización más burda. 
Carecen de capacidad de autocrítica. Todas las cualidades que proclaman como necesarias -dudar, analizar, examinar y racionalizar- jamás las utilizan con sus propias creencias que, curiosamente, coinciden siempre con lo establecido, con los intereses del Poder.

Un campo de actividad particularmente intenso es el de la salud. Los fundamentalistas son una pieza clave de la guerra contra cualquier alternativa al modelo médico dominante y vienen desplegando una gran actividad en ese sentido: artículos en sus webs, participación en medios de comunicación, intervención en redes sociales, intentos de boicot a todo tipo de actos relacionados con las medicinas naturales...

Sin duda, Rebelión haría muy mal poniéndose de espaldas a la ciencia. Pero no es eso lo que digo que me preocupa. Lo que me preocupa es que una autora que ha demostrado en estas páginas ser una persona crítica con el poder, reproduzca de modo directo o indirecto las diatribas de grupos y personas que se amparan en la ciencia para atacar otras formas de conocimiento y en particular otros enfoques de la salud.

Y añado: no solo es que yo crea que hay científicos honestos, es que llevo treinta años apoyándome en ellos para llevar a cabo mi análisis de los mecanismos de poder en los terrenos de la salud, la educación y la ecología.

En cuanto a tu ejemplo: no, no es un invento del periódico citado, ni yo lo acuso de eso. El diario imperial simplemente repite incorrecciones, mentiras y manipulación pisoteando una regla fundamental del periodismo que es contrastar la noticia.

Así expone el caso de Mario, Julián Rodríguez, su padre, en la web de la esperpéntica Asociación para Proteger al Enfermo de TerapiasPseudocientíficas (APETP) una asociación supuestamente creada por él y que calca el discurso pseudoescéptico y pretende tipificar como delito la práctica de cualquier terapia natural y prohibir hasta el uso de términos como “medicina, curación, sanación, salud, terapia” sin estar licenciado en medicina:

“El hospital Arnau de Vilanova le hizo a Mario una propuesta coherente de sesiones de quimioterapia y trasplante de médula o sea, pero Mario estaba en una situación complicada e hizo caso a quien creía que era un médico naturista. La persona que se presentó a Mario como médico naturista convenció a este de abandonar su tratamiento en el hospital diciéndole que la quimioterapia no era efectiva y que no aguantaría más sesiones. La leucemia de Mario estaba en remisión tras la quimioterapia pero después de un tiempo en el que su único tratamiento fue el de este terapeuta, a Mario le volvió a brotar la leucemia: tuvo que ingresar de nuevo en el Arnau de Vilanova. Fue entonces cuando descubrimos que el terapeuta no era médico. Al no seguir el tratamiento en el momento adecuado la leucemia se complicó enormemente”.
 
Por su parte, el diario El País titula citando a Julián Rodríguez: “A mi hijo lo ha matado la incultura científica”. Y en entradilla, añade: “Se reabre el caso de un joven que murió tras abandonar la quimioterapia por culpa de un curandero, según denuncia su padre”. A destacar que el autor del reportaje es Javier Salas, colaborador habitual de los círculos pseudoescépticos desde el El País y otras tribunas como el diario Público o el propio Escéptico digital.

Desde el titular ya se plantea –de un modo visiblemente sensacionalista- la tesis fundamental de los falsos escépticos: la ciencia como criterio para establecer lo que es correcto y lo que no. La entradilla añade otro elemento clave: los profesionales que no aplican la medicina farmacológica son “curanderos”. Atención porque el periódico no entrecomilla esta palabra y por tanto no se trata de una cita del entrevistado, sino de una afirmación del diario. Pero la entradilla hace algo mucho más grave: acusar al “curandero” de la muerte del joven, sin mencionar por supuesto que el profesional en cuestión, José Ramón Llorente posee una licenciatura por la Universidad de Ecuador y un doctorado por la Universidad de Columbia además de una sólida formación y una larga experiencia como docente y terapeuta desde 1976.

A continuación, y abusando claramente de términos truculentos para referirse a la enfermedad de Mario como “calvario” o “martirio”, el diario mezcla inexactitudes y flagrantes mentiras que además implican al doctor citado en una desagradable situación. Dice el diario:

“Su error: abandonar el tratamiento médico de su leucemia para abrazar una pseudoterapia recomendada por un curandero que asegura ser capaz de curar el cáncer con vitaminas. El calvario de Mario duró seis terribles meses hasta que falleció en julio de 2014.Según el médico que trataba a Mario —el de verdad—, no sólo le convenció para que se negara a un trasplante y a darse la quimio, sino que le prescribió un tratamiento que interfería en su recuperación con elementos contraproducentes, como hongos y alcohol. En su martirio, a Mario hubo que intervenirle en el intestino por una infección”.

Por mi parte sí que he contrastado la noticia, y –aunque el caso está aún pendiente de juicio- puedo adelantar que en la declaración del Dr. Aurelio López Martínez, el oncólogo de Mario al que El País se refiere como “el médico de verdad” se dejan claras algunas cosas que demuestran la manipulación e incluso las mentiras que se están difundiendo interesadamente sobre el caso: El Dr. López dio el visto bueno al tratamiento recomendado por el “curandero” con la excepción de dos productos que Mario no tomó y así se refleja en su historia clínica. Esto exculpa totalmente al Dr. Llorente ya que de haber habido algo peligroso o sospechoso en esas recomendaciones parece lógico suponer que su oncólogo no lo hubiera aprobado e incluso hubiese tenido la obligación de denunciarlo.

El expediente judicial incluye asimismo un escrito firmado por el Jefe del Servicio de Inspección de Servicios Sanitarios de la Generalitat Valenciana en el que certifica que no hay constancia de que el Dr. José Ramón Llorente incitase al abandono de la propuesta hospitalaria. Lo que sí sabemos, y parece razonable que jugara un importante papel en la decisión de Mario es que tenía un hermano pequeño que padecía leucemia y que murió a pesar de haber seguido el tratamiento a base de quimioterapia que le prescribieron sus médicos.

Conste que no creo que cualquier cosa sea válida y menos aún en el campo de la salud y de su cuidado y prevención, pero teniendo en cuenta el evidente fracaso de una medicina que se autodenomina científica mientras mantiene su alianza con una industria que pisotea los más elementales criterios del método científico controlando toda la cadena –investigación, publicación, autorizaciones de agencias, formación e información de masas- para que sirva a los fines económicos de unos y académicos de otros, teniendo en cuenta la innegable catástrofe sanitaria que esto viene provocando y teniendo presente las enormes posibilidades de numerosas disciplinas y técnicas alternativas honestas, eficaces y seguras, esta lucha contra ellas es una guerra contra nuestra propia salud.


jueves, 2 de junio de 2016

Contra los extremistas científicos

¿Cómo es posible que tantos grandes medios de comunicación den cabida y crédito a cualquier ignorante indocumentado sin formación universitaria ni estudios científicos que en el ámbito de la salud pontifique sobre lo que es o no correcto, científico y admisible?

¿Cómo asumen acríticamente que puede tacharse de "curandero" o "estafador" a todo profesional de la salud -médicos incluidos- que utilice terapias, métodos o productos no convencionales cuando los mismos están avalados hasta por la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa?

¿Qué clase de majaderos se ocupan hoy en ellos de la "información" sobre salud y asumen que son aceptables la calumnia, la injuria, la difamación y el desprestigio personal y profesional de personas manifiestamente preparadas y honestas?

En España la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS) reúne a casi 600 periodistas especializados en el tema que llevan a cabo su labor en todo tipo de soportes -agencias de prensa, periódicos, revistas, radio, televisión e Internet- aglutinando también a representantes de la comunicación de servicios y centros sanitarios, instituciones, entidades, empresas sanitarias y gabinetes de comunicación. Pues bien, sus “socios protectores” -así lo define la propia entidad- son los laboratorios farmacéuticos Pfizer, Janssen, Roche y Abbvie además del lobby más potente de la industria alimentaria: la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB). Estando en calidad de “socios colaboradores” Farmaindustria -la patronal farmacéutica española-, la multinacional Merck Sharp & Dohne, el grupo médico privado Eresa y un grupo proveedor de servicios médicos de atención domiciliaria, Oximesa, que fue recientemente absorbido por uno de las mayores multinacionales proveedoras de gases industriales: Praxair.



Los pseudoescépticos hablan hasta de crear una especie de ejército de "cruzados de la ciencia" y “escuelas de pacientes” en las que adoctrinar a los enfermos sobre lo que deben o no hacer con su salud y a quienes deben o no acudir para ello. Siendo ellos obviamente quienes tal cosa decidirían. Es decir, se hallan en las antípodas de las múltiples propuestas e iniciativas actuales de autogestión con las que se pretende generar responsabilidad y dar a los enfermos capacidad real para que puedan tomar libremente las decisiones que les parezcan oportunas en relación a su salud. Son en suma fanáticos que quieren impedir que la gente se informe de forma libre y plural y luego decida sobre su propia vida.

Pretenden que los enfermos sean borregos dispuestos a ponerse en manos "de los que saben" aunque hoy esté constatado que se desconoce la causa de la inmensa mayoría de las llamadas enfermedades y por tanto los médicos no pueden prevenirlas ni curarlas con las informaciones y protocolos oficiales de tratamiento que se les han impuesto (al menos en los servicios públicos del sistema sanitario). En todo el mundo. La pintoresca Asociación para proteger al enfermo de terapias pseudocientíficas (APETP) hasta propone establecer un premio para los pacientes más obedientes. ¿Cabe mayor desfachatez?



Hablamos en suma de propuestas esperpénticas que se añaden a la de que se considere delito -como antes adelantamos- “cualquier actividad y publicidad de terapias que se presenten como curativas sin serlo y que no estén experimentadas bajo criterios científicos”. Y por si fuera poco añaden en su web esta "perla" de lo que quieren conseguir: "Que las palabras medicina, curación, sanación, salud, terapia (o cualquier otra expresión que pueda hacer creer a un enfermo que está ante un profesional de la salud) no puedan ser empleadas si quien se anuncia no tiene una titulación oficial de médico ni sigue métodos de curación elaborados bajo criterios científicos”.

En pocas palabras, quieren demonizar y criminalizar a todo profesional de la salud que practique cualquier disciplina terapéutica no médica del más centenar que existen y hoy ejercen cientos de miles de profesionales en todo el mundo. Exigen que el tratamiento de los problemas de salud sea en exclusiva para los médicos formados en las facultades de Medicina; sin duda porque saben que sus planes de estudio los han desarrollado los laboratorios farmacéuticos con la complicidad de sus testaferros en las universidades y los ministerios de Educación y Sanidad. ¿Que ni siquiera la OMS -y eso que está controlada hoy por la gran industria- avala tamañas sandeces y avala lo que ellos demonizan? Les da igual. ¡Qué sabrá la OMS! ¡Son ellos quienes están en posesión de la verdad!


Jesús García Blanca
Campaña de desprestigio contra todo profesional que no se someta al modelo médico imperante
Discovery DSalud, 194. Junio 2016.