jueves, 14 de abril de 2016

Desmontando el caso Olot (2)

Por tratarse de un caso especialmente mediático pero también extraordinariamente clarificador, reproduzco aquí en varias entregas, con permiso de nuestro editor, el capítulo 5 de la Primera parte del libro Vacunas: una reflexión crítica (Madrid, Ediciones i, Dr. Enric Costa Vercher y Jesús García Blanca). Animo especialmente en este caso a hacer comentarios críticos y a compartir reflexiones o preguntas en el grupo de facebook creado hace unos meses para debatir sobre el libro: Grupo de debate sobre libros.


(2) El lenguaje como creador y transformador de realidad.


Los voceros de las vacunas dominan todos los organismos oficiales de la salud, nacionales e internacionales (no podría ser de otra manera con una mayoría en la población por encima del 90%), dominan todos los ámbitos y salen en los medios públicos diciendo y asegurando que las vacunas han hecho desaparecer enfermedades históricas, que está demostrado científicamente, como si eso fuera posible, y… … nadie les contradice[1].

Pero sigamos analizando el caso de la difteria como ejemplo de las demás enfermedades supuestamente causadas por bacterias. Últimamente ha salido un caso en los medios que ha levantado la alarma: el caso de difteria en Cataluña, los técnicos daban por erradicada la difteria en España desde hacía 30 años, y además afirmaban y afirman sin lugar a dudas, puesto que tienen el don de la “infalibilidad,” que esa desaparición de la difteria se debía a la implantación de la vacuna.

Como hemos prometido al lector desde el principio, nos serviremos de información  exclusivamente oficial para no ser sospechosos de manipular los datos o presentar datos propios y, por ello, mostramos un gráfico del ministerio de Sanidad y Consumo, donde el lector podrá apreciar la verdadera influencia que tuvo la vacuna en la desaparición de la difteria en España, que es ninguna.



Por tanto, el lector, cuando vuelva a oír a un representante de la sanidad decir que la vacuna de la difteria acabó con esta enfermedad, debe sospechar que le están engañando, le están vendiendo algo con prevaricación y con una finalidad espuria, con un punto de estafa.
Este gráfico, sin embargo, nos revela algo que los del ministerio de sanidad no pretendían ni mucho menos: Nos indica con toda claridad que la máxima incidencia de la supuesta difteria se produce en los años finales de los treinta y principios de los cuarenta que eran años de inmediata posguerra civil, años de hambres mortales, de carencia y destrucción, de fríos inviernos y poca calefacción… años de miseria que nuestros mayores recuerdan con horror… lo que demuestra que los médicos vitalistas que atribuían la difteria o el garrotillo a situaciones de miseria… tenían razón.

Este gráfico debe sugerir algunas reflexiones a tenor de lo que llevamos dicho hasta aquí, veamos: 

Si la vacuna ha sido un factor importante para la desaparición de la difteria a partir de los años sesenta. Debe haber habido un factor mucho más importante en los años cuarenta, puesto que descendió la frecuencia de la difteria 10.000 veces más rápido. ¿Cuál pudo ser ese factor, mas eficiente que la vacuna, que hizo descender tanto la epidemia de difteria?... Los médicos vitalistas responderían sin ninguna duda: la paz y la reconstrucción de las casas y las infraestructuras del país devastado por una guerra que había acabado el año 39; por tanto la paz y la reconstrucción fueron los factores  más decisivos para la disminución drástica de la difteria de la posguerra.

Algún lector, al mirar el gráfico con atención, podrá decir que aunque muy pequeña, si parece haber ejercido una cierta influencia la vacuna en la erradicación total de la enfermedad desde su introducción en los años sesenta y su desaparición total en los setenta. Eso es lo que expresa el gráfico, efectivamente.

Nosotros, lógicamente, no le otorgamos ningún efecto a la vacuna DTP en la desaparición de la difteria. Pero reconocemos que el gráfico señala la erradicación; y habrá que preguntarse… Si no fue debido a la vacuna ¿a que fue debido?... pues fue consecuencia de cambiarle el nombre a la enfermedad y tratarla de otro modo.

La explicación es la siguiente: en esos años de implantación de la vacuna DTP, es decir, en los años sesenta ya se había rehecho la infraestructura sanitaria y se puso de moda en la medicina española la amigdalectomía. Este método de cirugía menor se extendió por nuestro país de una forma inusitada… ¿Hay algún lector de más de cuarenta años que no esté operado de anginas?[2]

Lo cierto es que casi todos los nacidos en España entre los años cincuenta y sesenta no tenemos amígdalas en la garganta… estamos amigdalectomizados… y sin amígdalas… no se puede tener un cuadro clásico de difteria, no se produce la obstrucción en la garganta, puesto que esa obstrucción que producía la muerte por asfixia era producida por la presencia de las amígdalas inflamadas… sin anginas no hay obstrucción… no hay difteria. 


Los catedráticos de la década de los sesenta empezaron a hablar a los nuevos aprendices de médico de la difteria, pero refiriéndose a ella como una historia del pasado, una enfermedad epidémica felizmente superada que ya no se la encontrarían con facilidad; estos profesores insistían a los alumnos que lo que se encontrarían con más asiduidad, en nuestros tiempos, serían cuadros de amigdalitis aguda estrepto o estafilocócicas que ya se podían tratar con antibióticos en una semana o si eran recidivantes… con la extracción quirúrgica.

Y desde entonces, todos los médicos preparados a partir de los años sesenta, ante una amigdalitis aguda con placas ya no se les ocurría pedir un cultivo de la bacteria chorinebacterium difteriae, la identificaba con una amigdalitis estreptocócica vulgaris, unas anginas, la trataba con antibióticos y se curaba en una semana… y si se resistía y recidivaba se proponía la amigdalectomía.

 El cuadro patológico y clínico que presentaba la terrible difteria histórica cambió de nombre al final de los sesenta y cambió su tratamiento… y desapareció la enfermedad del mapa y de los gráficos estadísticos. Al cuadro patológico de amigdalitis aguda con placas y fiebre ya nunca se denominó difteria… se le llamó anginas y se les trató con antibióticos o con una extracción quirúrgica… y pasó a ser una enfermedad común que hemos pasado la mayoría de españoles y bastante fácil de curar. Se cambió la denominación del cuadro patológico y nunca más se llamó difteria… y desapareció la difteria de España. Es un caso auténtico del tremendo poder de creación y transformación de la realidad de las cosas que posee el lenguaje.

La difteria pasó a llamarse amigdalitis aguda en placas (estrepto o estafilococcica) se trató con amigdalectomía y antibióticos y desapareciendo el terrible nombre de Difteria… y cambiando el nombre… desapareció la terrible e histórica enfermedad.

Fue un cambio de nombre que, casualmente, tuvo su efecto favorable sobre la salud de los españoles, los cuales no volvieron a padecer la difteria y a recibir peligrosos sueros antidiftéricos desde los años sesenta, desde que se cambió de nombre a la enfermedad y, por tanto, cambió su tratamiento… y hasta ahora.




[1] El 18 de mayo de 1980, la OMS declaró solemnemente la erradicación mundial de la viruela… nos cuenta el Dr. González en su libro… Le faltó añadir… “y se quedaron tan panchos”. Invitamos al lector, otra vez, a analizar con sentido lógico la sentencia faraónica de la OMS: “declaró solemnemente”… la solemnidad… ¿era una muestra de certeza científica? o una forma de dar seriedad y rigor a una imposibilidad biológica. ¿se puede acabar con una especie microscópica que se distribuye por todos los continentes y afecta a todas las razas? Si esa imposibilidad fue lograda por el hombre en 1980… ¿como no han podido acabar con los chinches, o con los mosquitos tigre del delta del Ebro, o con los piojos que invaden a millones de nuestros hijos? Todas estas especies son visibles al ojo humano y por tanto sería mucho más fácil su control tanto en la reproducción como en la extinción de todos sus individuos. Aún así, sería una labor imposible, se tendrían que dedicar todos los gobiernos del mundo al unísono y rebuscar en todos los rincones del mundo mundial y, además, en todos los rincones anatómicos de todos los habitantes del planeta. La solemnidad de la declaración de la OMS es una farsa más al servicio de la doctrina paranoica que ha llegado a convencer a mucha gente, incluido el Dr. González, pero que  no resiste un análisis llevado a cabo con un poco de sentido común.
[2] Este médico que escribe nació a mitad de los años cincuenta; ya no había hambruna en España pero no había llegado la calefacción actual. A la edad de siete u ocho años ya había padecido varios cuadros de amigdalitis aguda que hubieran sido catalogados de difteria diez años antes. Afortunadamente para mi y para mis numerosos compañeros que habían padecido cuadros de amígdalas agudas, estos cuadros ya no eran nombrados como difteria sino como amigdalitis; y, además, ya no eran tratados con los peligrosos sueros antidiftéricos sino con antibióticos y extracción… ese cambio de nombre y de tratamiento del cuadro de unas anginas inflamadas, posiblemente me salvó la vida a mi y a muchísimos más españoles de mi generación.


Desmontando el caso Olot
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1 comentario:

Unknown dijo...

Quedó embarazada tras 6 años de ligadura de trompas

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